Jesús de Nazaret, también conocido como Jesús, Cristo o Jesucristo, es la figura central del cristianismo y una de las figuras más influyentes de la cultura occidental. Para la mayoría de las denominaciones cristianas, es el Hijo de Dios y, por extensión, la encarnación de Dios mismo. Su importancia estriba asimismo en la creencia de que ―con su muerte y posterior resurrección― redimió al género humano. El judaísmo niega su divinidad, que es incompatible con su concepción de Dios. En el islam, donde se lo conoce como Isa, es considerado uno de los profetas más importantes.
Según la opinión mayoritariamente aceptada en medios académicos, basada en una lectura crítica de los textos sobre su figura,1 Jesús de Nazaret fue un predicador judío2 que vivió a comienzos del siglo I en las regiones de Galilea y Judea, y fue crucificado en Jerusalén en torno al año 30, bajo el gobierno de Poncio Pilato.
Lo que se conoce de Jesús depende en buena parte de la tradición cristiana,3 especialmente de la utilizada para la composición de los Evangelios sinópticos, redactados, según opinión mayoritaria, unos 30 o 40 años, como mínimo, después de su muerte. La mayoría de los estudiosos considera que mediante el estudio de los evangelios es posible reconstruir tradiciones que se remontan a contemporáneos de Jesús, aunque existen grandes discrepancias entre los investigadores en cuanto a los métodos de análisis de los textos y las conclusiones que de ellos pueden extraerse. Existe una minoría que niega la existencia histórica de Jesús de Nazaret.1
Aquí el evangelista Mateo menciona que es María aquella de quien habló el profeta Isaías al decir:
«la Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros».6
El evangelio según san Lucas es el que más datos da sobre María, al desarrollar con más detalle los temas de la infancia de Jesús, algunos de los cuales se amplían más abajo: la Anunciación, la Visita a Isabel, el Nacimiento de Jesús, la Presentación de Jesús en el Templo (aquí el anciano Simeón le profetiza: «a ti misma una espada te atravesará el corazón»,7 aludiendo al dolor de María durante la Pasión de su Hijo) y la pérdida de Jesús y su hallazgo en el templo. También es el evangelista Lucas quien dice que María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.8En el evangelio según san Juan, Jesús hace su primer milagro a petición de ella, en Caná. Y en la cruz, la entrega como madre al discípulo amado, y él es entregado a María como hijo. Las teologías católica y ortodoxa destacan, a raíz del milagro de Caná, la eficacia de la intercesión de María ante su Hijo; y en la entrega al pie de la cruz, la proclamación simbólica de María como '«Madre de la Iglesia», es decir, «de todos los cristianos», figurados en la persona del discípulo amado. También se la menciona en los Hechos de los Apóstoles9 como miembro destacado de la comunidad cristiana primitiva.
El acoso escolar (también conocido como hostigamiento escolar, matonaje escolar, matoneo escolar o por su término inglés bullying) es cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico producido entre escolares de forma reiterada a lo largo de un tiempo determinado. Estadísticamente, el tipo de violencia dominante es el emocional y se da mayoritariamente en el aula y patio de los centros escolares. Los protagonistas de los casos de acoso escolar suelen ser niños y niñas en proceso de entrada en la adolescencia (12-13 años), siendo ligeramente mayor el porcentaje de niñas en el perfil de víctimas.
El acoso escolar es una especie de tortura, metódica y sistemática, en la que el agresor sume a la víctima, a menudo con el silencio, la indiferencia o la complicidad de otros compañeros.1
Este tipo de violencia escolar se caracteriza, por tanto, por una reiteración encaminada a conseguir la intimidación de la víctima, implicando un abuso de poder en tanto que es ejercida por un agresor más fuerte (ya sea esta fortaleza real o percibida subjetivamente) que aquella. El sujeto maltratado queda, así, expuesto física y emocionalmente ante el sujeto maltratador, generándose como consecuencia una serie de secuelas psicológicas (aunque estas no formen parte del diagnóstico); es común que el acosado viva aterrorizado con la idea de asistir a la escuela y que se muestre muy nervioso, triste y solitario en su vida cotidiana. En algunos casos, la dureza de la situación puede acarrear pensamientos sobre el suicidio e incluso su materialización, consecuencias propias del hostigamiento hacia las personas sin limitación de edad.
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